Por Javier Lozano
Al analizar detalladamente el ejercicio que se llevó a cabo este fin de semana- el partido de Morena debe de aceptar que ha sido rebasado pues es inaceptable lo que sucedió considerando que la expresión guinda nació precisamente para erradicar- a través de una alternativa- los viejos lastres del pasado, especialmente del fraude y la simulación.
Para el partido fue una votación ejemplar y culpan las irregularidades a grupos ajenos. Lo cierto es que podrán decir lo que ellos consideran una estrategia para tratar de persuadir a la opinión pública, sin embargo, es evidente que predominó la ilegalidad de los propios funcionarios en los estados que cayeron en la práctica desaseada como la compra del voto para obtener puestos pues es desproporcionado el resultado en algunos casos.
Finalmente, lo que aconteció es la crónica anticipada que auguraban un escenario de esa naturaleza luego de que tuvo lugar una elección en que, repito, jamás existieron condiciones de equidad en cada uno de los terrenos donde hubo votaciones ya que claramente faltó el elemento más sagrado que es la democracia.
Otra de las circunstancias inherentes al proceso democrático es la pluralidad y la equidad participativa cosa que no podemos ignorar pues uno de los aspectos que más se señalaron fueron la exclusión. De hecho, en un artículo titulado “Advertencia”, el senador Ricardo Monreal aseveró que Morena podría ser el partido más democrático de México; sin embargo, la realidad se aleja de esta posibilidad.
Por ello, el escenario político tiene solamente una vía que es, sin duda, corregir las prácticas que abundan y que fueron, no hace mucho, una afrenta para los mexicanos dado que la balanza se inclina marcadamente hacia una de las llamadas “corcholatas”luego del sinfín de irregularidades que, incluso, se evidenciaron a través de los medios locales y nacionales.
Y con ese control estructural del partido, los propios órganos excluyeron de manera arbitraria a militantes como Gibrán Ramírez y John Ackerman; por si eso fuera poco, se detectó la elaboración de tres diferentes listados provocados por una supuesta caída del sistema; y la eliminación de 10 mil registros en la alcaldía de Tláhuac, de Ciudad de México.
Así pues, esto representa un duro golpe para la propia democracia si tomamos como ejemplo lo que aconteció dada que es claro que hubo falta de sensatez, orden, transparencia, respeto y pluralidad. Lo peor de ello, es que el partido no tiene ni la capacidad de autocrítica ni el mínimo intento de corregir el rumbo, por lo que auguró “un pésimo desenlace”. Así lo mencionó el propio Senador Ricardo Monreal en su artículo del medio internacional del País.
Bajo esta coyuntura, Morena tiene que reconfigurar todo este proceso luego de que la propia realidad ha hecho que, el partido, pierda credibilidad al alejarse de la esencia y principios cuando el presidente Obrador echó raíces del proyecto de Transformación. Quizá la mala apuesta de los dirigentes es haber abierto las puertas y espacios tan rápido a cuadros de otros partidos siendo que muchos militantes se les acotó esa posibilidad pues ha sido menos probable las postulaciones a ejercicios de elección popular.
Por ello, hay necesidad de entrar en una etapa de reconciliación que ha sido una de las banderas de Ricardo Monreal que, sin duda actuó con mucha congruencia y responsabilidad al considerar no participar en este ejercicio.
Con ello, demostró madurez y responsabilidad pues siempre estuvo latente las irregularidades y la exclusión del partido como mecanismo punitivo para quienes han alzado la voz ante las anomalías que van desde el piso disparejo, la segregación y la pluralidad.
Una vez más el Senador Monreal nos demuestra su experiencia y madurez puesto que cada vez nos deja claro que está listo para participar en el proceso de transición al ser, sin duda, el perfil más completo e idóneo para tomar la batuta desde la silla presidencial ya que es el único que nos ha manifestado capacidad y una lectura clara para seguir profundizando de la 4T a través de su proyecto de nación.
