Por Javier Lozano
Noto muy confiados a los liderazgos del partido que encabezan el CEN de Morena; pese a que no existe nada que puedan celebrar, máxime por las circunstancias que se suscitaron el pasado fin de semana, los órganos de dirección más bien deberían estar trabajando en cómo cicatrizar las heridas que dejó la polarización por los resultados obtenidos ya que es evidente la clara operación política para beneficio de una solo “corcholata”, lo que ha provocado rechazo.
Se contrastó todo aquello que, en su momento, Morena tanto criticó pues fue una de las banderas del propio presidente cuando sentó las bases del nuevo proyecto de transformación.
Una de esas propuestas fue separar el poder político del estado en las determinaciones del partido, a fin de encarar los asuntos internos en que la sociedad debe tomar las decisiones internas en cuanto a su democracia y en alusión a su declaración de principios.
En cuanto a lo que sucedió el pasado fin de semana, Morena tiene que reflexionar si esa es la ruta democrática que quiere para el partido; si esa es una alternativa, entonces Morena estará condenado al fracaso a pesar de los altos índices de aprobación que goza el presidente.
Y lo digo de esa forma porque llegará un momento en que la imagen del mandatario se desgaste en el ocaso del final de su sexenio.
Entonces vendrá la decadencia después de abusar tanto de las propias prácticas que representan una regresión que no se ha podido sanar dado que esa cultura se arraigó hasta el punto de que ha sido difícil romper con las mismas acciones del conservadurismo.
Para ello, se requiere voluntad, pero también cicatrizar las heridas que dejó el saldo de una elección para consejeros totalmente sesgada -cuando se habló de transparencia y democracia- siendo que fueron dos conceptos completamente ausentes y ajenos al ejercicio.
Y eso debería preocupar, pero sobre todo ocupar a Mario Delgado que hoy encabeza al CEN de Morena, especialmente en aras de construir un esquema de cohesión hacía el 2024 pues es evidente que, si no privilegia la unidad de cara al proceso venidero, el partido estará en riesgo de perder la elección aun y con la imagen simbólica del presidente Obrador.
Hablo de rupturas internas y el fuego amigo -ya que hay estrategias para persuadir a la propia población civil- sobre todo de una guerra sucia a otros suspirantes a la silla presidencial puesto que, desde una perspectiva de porcentajes numéricos, la proporción que sigue alimentado a los aspirantes es suficiente para dividir la estructura del partido pues hay suspirantes que cuentan con una aprobación significativa entre los morenistas, a pesar de que el presidente elude hablar de él y de los ataques de los seguidores de la jefa de gobierno.
Y eso es doblemente meritorio porque ha hecho posible -a pesar del trato desigual y de la cancha dispareja– un ascenso que debemos tomar muy en serio para una competencia.
Por tal motivo, la unidad será clave para evitar fracturas internas a futuro antes de que sea demasiado tarde y Morena deje escapar de sus manos la posibilidad de retener el gobierno ya que Morena no es invencible por más de que la oposición siga debilitada.
Imaginemos un escenario de rompimiento de Morena con algún presidenciable; ese mismo efecto arrastrará consigo un número importante de votantes que puede ser la diferencia; a ello le sumamos a los partidos de oposición, incluido Movimiento Ciudadano que seguramente jugará sus cartas si llegase un actor que sea sumamente capaz de sumarlos a la causa con un sólido proyecto de nación.
Eso sería, sin duda, una maquinaria poderosa que pueda hacer frente a Morena.
Ese posible escenario no sería descabellado, especialmente por la exclusión que han vivido cuadros importantes del partido de Morena, sobre todo si continúan ignorando los principios sagrados con que nació la expresión. En otras palabras, que se garantice piso parejo como una muestra democrática a pesar de todo lo que ha acontecido.
Morena está a tiempo de rectificar antes de traspasar la frontera de la simulación pues el partido es del pueblo y no propiedad de un grupo que busca apoderarse del control interno a través de las bases.
La reconciliación que han planteado es una alternativa viable para encarar todo tipo de turbulencia, sobre todo si se trata de trabajar la unidad.