Fotografía de Claudio Naranjo
Los jardines son espacios en los que la naturaleza y bienestar se unen, fomentan la convivencia familiar, donde coinciden amistades e incluso sirven para hallarnos a nosotros mismos.
En la tenencia de Pinzándaro existe un lugar que cumple a cabalidad con esta premisa.
La belleza de este jardín podría compararse con la de cualquiera del mundo, no le pide nada a ninguno. Dos ceibas gigantes conocidas también como pochotas son los guardianes de la calma que ahí prevalece. Estos colosos de la naturaleza generan un gran respeto entre la comunidad porque existe la creencia que atraen las lluvias; son sembrados cerca de donde hay agua, en este caso existe un arroyo de agua a un costado de donde están.
A los pies de estas maravillas naturales, está el hogar de familias de cuiniques que hacen sus madrigueras. A lo largo y ancho del jardín uno encuentra distintos árboles como el charapo, cinco hojas, cóbano, cascalote.
Al jardín, los usuarios suelen ir temprano y en las tardes. Se acompañan de sus hijos para que jueguen en la resbaladilla y columpios. Los jóvenes juegan voleibol y futbol o se sientan en las bancas o disfrutan la lectura de un libro abajo del tajabán.
Vale la pena destacar el trabajo que realiza la señora Carolina Rangel Andrade quien junto con el jardinero son los encargados de que el lugar luzca en buen estado. Sin duda, el jardín de Pinzandaro es una joya poco conocida que vale la pena descubrir y disfrutar.
