Escribe: Javier Lozano
Hay dos temas que considero le preocupan al presidente López Obrador para los retos que se avecinan en la transición política. El primero, no tengo duda, es mantener un movimiento fuerte y dominante para encarar el proceso electoral del 2024. A raíz de ello, el mandatario federal necesita un perfil conciliador y mediador que pueda ser un punto de cohesión entre la estructura y los principales activos que están participando en las Audiencias de Información.
Eso es una alternativa, porque, en ese afán de posicionamiento, a uno que otro aspirante a la coordinación de los comités de la defensa del voto, les está ganando el ansia de captar más terreno y, en medio de ese clima, esa confrontación lograría fomentar una división que, a estas alturas, puede tener un costo político muy alto, sobre todo para refrendar el histórico triunfo del 2018. Dada esa situación, el presidente López Obrador lograría resolver ese posible escenario inclinándose por Ricardo Monreal, que es un factor fundamental para conformar un movimiento de izquierda vigoroso en las siglas de Morena.
Por otro lado, al presidente también le inquieta la estrategia que ha puesto en práctica la derecha, en el sentido de lo que pueden ser capaces para ganar terreno. Por esa razón, López Obrador está asumiendo con mucha responsabilidad la transición que vivirá el país en 2024. Incluso, sabemos que- el gran mediador del proceso interno de Morena- es el mandatario federal. Él mismo organizó el cónclave; fijó reglas de participación y, para no tener sorpresas, en un gesto democrático, prometió posiciones claves a quien no le beneficie la encuesta porque, además de todo, la expresión necesita activos con liderazgo para tomar decisiones.
Y dada la estrategia de irrupción de la derecha, el presidente seguramente no querrá ninguna sorpresa que ponga en riesgo el triunfo electoral de Morena. Son, ni más ni menos, tiempos claves para tomar el rumbo del país y, en medio de ese clima de definiciones, López Obrador puede decidirse por Monreal, que, además de ello, es su hombre más experimentado para contrarrestar el efecto de persuasión que la derecha puso en marcha con la población civil.
En ese sentido, Ricardo Monreal presenta todas esas cualidades fundamentales para una competencia de ese nivel, como lo es la transición del poder ejecutivo federal. De hecho, entiende perfectamente lo que es competir con la enorme presión que se genera; sabe manejar ese clima que se forma que implica, por supuesto, dominio y capacidad. Incluso, en estas cuatro semanas que hemos podido atestiguar los recorridos territoriales, el perfil que más ha demostrado potencial para competir, es precisamente el zacatecano que, a lo largo de su carrera, ha forjado un espíritu combativo de lucha a ras de tierra.
Así viene haciendo Monreal sus recorridos a lo largo y ancho del país. Todos estamos de acuerdo en que, para contrarrestar lo que pueda generar la derecha, se necesita un perfil que tenga una noción muy clara de lo que se avecina. O sea, que cuente con la madurez suficiente para asegurar la unidad interna del partido y, de paso, que cuente con las cualidades para defender al movimiento, tanto en el debate, como en la corriente de opinión que se genera. Ese actor tiene nombre y apellido: Ricardo Monreal Ávila.
Y Monreal es, ni más ni menos, el arma secreta del presidente López Obrador. Y no solo por su capacidad y madurez, sino también porque cuenta con un programa de gobierno que ha detallado y que promueva, sin duda, acciones concretas para profundizar las políticas públicas del territorio nacional, eso sí, apoyado en la participación ciudadana que, a lo largo de este tiempo, han alimentado la plataforma. Es decir, son mecanismos que permitirán un ejercicio de continuidad de la transformación que inició el presidente López Obrador.