Por Javier Lozano
El discurso del dirigente nacional de Morena me recordó la tradicional narrativa del centralismo que predominó en los gobiernos del PRI, pero también del PAN cuando juraban y perjuraban de “que primero es el proyecto y luego son los nombres”. Al menos eso no fue lo que mostró el pasado domingo en un evento político de Morena que se llevó a cabo en la ciudad de Toluca para promocionar a las “corcholatas” favoritas de Palacio Nacional.
Todo apunta a que fue un evento minuciosamente organizado y coordinado para que desfilaran los aspirantes que ha mencionado el presidente en conferencia mañanera. Aunque claramente hubo una manifestación de proselitismo político fuera de la ley electoral, lo que menos importó fue eso. No obstante, les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre, por el momento no son los tiempos, la Ley Electoral es la que marca qué es o no una ilegalidad y cuáles son los tiempos correctos.
No obstante, el propósito o el fin era observar la pasarela de presidenciables a fin de que recibieran una ovación y que, el propio Mario Delgado, cumpliera la encomienda para mostrar la fotografía de la “unidad”.
Aunque más bien una cuasi unidad, porque hay un claro favoritismo que ha sido señalado por el dedo flamígero del Ejecutivo. Por esa razón, Morena no puede echar las campanas al vuelo, pues falta que garantice un proceso, primero de equidad para todos aquellos que tienen el derecho de participar.
Nadie puede impedir eso, al menos ninguna norma del partido; sin embargo, por la vía de la descalificación y de la exclusión pretenden sacar de la jugada a aquellos que han levantado la mano a la buena.
Y lo tratan de efectuar con artimañas como la segregación o de plano excluir de toda invitación a sabiendas que muchos se han ganado el derecho a participar en eventos de “unidad”. Pero menospreciar así a los perfiles puede costarle caro a Morena, sobre todo porque lograría haber un punto de rompimiento y división si existe favoritismo desde la cúpula del poder.
Con ello, iría una numerosa manifestación de militantes y simpatizantes que, de hecho, Morena puede experimentar muy pronto una encrucijada porque no muestra interés en reformar los mecanismos de una encuesta que es una simulación. A estas alturas nadie cree en las encuestas patito que ha mencionado Mario Delgado ya que son manipulables, al menos eso lo han demostrado con las decisiones que han tomado en torno a quienes abanderan los puestos de elección popular.
Así, se pierde la posibilidad de transparentar todo el proceso. En fin, más allá de qué aseguren que la encuesta es una “determinación del pueblo”, ya nadie se cree ese discurso desgastado ya que no ha representado un cambio distinto al de los partidos tradicionales, sobre todo que hay segregación con estrategias para intentar sacar de la jugada a quienes han levantado la mano.
Aunque por fortuna no es “una corcholata”, ni ha sido señalado por el dedo flamígero del Ejecutivo, Ricardo Monreal asegura que estará puntualísimo a la cita cuando su partido lance la convocatoria, esperando que haya reglas claras y un piso parejo. Eso es lo esperable de un movimiento que tanto pregonó las ilegalidades y las violaciones a la Constitución y a las reglas electorales.
Sería una pena para todos aquellos que hemos confiado en un movimiento que ha dicho ser una alternativa distinta, fallar con su promesa de no mentir, no robar y no traicionar. Por lo pronto, Mario Delgado incumple dos de ellas: ha traicionado a perfiles que han depositado su confianza en un mecanismo, pero que ha disuelto tan sencillo como suena con una decisión unilateral.
Aunque también ha mentido, porque asegura que, el partido, se mantiene en unidad y él mismo es quien comienza a propiciar las fracturas con eventos que pasaron apenas el fin de semana en Toluca.
No fue honesto. Solo invitó a quien le indicaron o a quien le convenía invitar.
Qué no le sorprenda después cuando el partido comience a fracturarse por su culpa. Él es el dirigente nacional; en él recae la responsabilidad de propiciar las condiciones no sólo de unidad, sino también de equidad con todos los aspirantes a la presidencia. Tal parece que Mario Delgado tiene su favorito (a). ¿Será? Puede ser, al menos eso lo demuestra a todas luces.
Notas finales.
Al evento del pasado domingo en la ciudad de Toluca si fue convocado Marcelo Ebrard. Me llamó mucho la atención el fragmento que elaboró Julio Hernández “Astillero” en su columna. En efecto, fue la propia actitud que tomó el secretario de Relaciones Exteriores quien subió, tomó el micrófono, habló y se retiró rápidamente en el momento que Mario Delgado hablaba de que Morena no puede dividirse. Si hacemos una lectura del gesto, lograría haber un trasfondo: el canciller tiene dudas de que el proceso sea transparente; de hecho, pidió piso parejo; pero más allá de eso, hay toda una interpretación de que no hay confianza y, esa razón, es un detonante para acelerar una división interna.
Lo dije en su momento: tanto el canciller Marcelo Ebrard, como el senador Ricardo Monreal pueden jugar en la misma cancha política. No hay que perder de vista ese binomio que puede construirse si las cosas se tornan con favoritismo hacia un perfil dentro de Morena.
El presidente debe considerar esa posibilidad durante el lapso que se efectúe el mecanismo de elección, sobre todo porque, entre el zacatecano y el secretario de relaciones exteriores, hay una añeja amistad, especialmente de respeto que puede fortalecerse si las cosas pintan como ambos han intuido de qué hay sospecha de favoritismos.