+ A tres años de que finalice AMLO en su gobierno, hay dudas y suspicacias sobre quién será el candidato presidencial de Morena y sobre el partido mismo.
Por. Javier Lozano
Quizá la frase u oración sonó a melodía. Después de ti… ¿qué? Eso puede ser solo la punta del iceberg de lo que venga luego de tres años que, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), cumpla su sexenio. Él ha dicho claramente que se retira de toda labor política, incluso, de los propios reflectores para ir a descansar y cerrar una fase de lucha.
No es fácil no poder ligar a López Obrador con Morena. Ambos retratan una combinación inherente.
Pero de ahí ¿qué?, ¿qué pasará?, ¿cuál será el destino de morena cuando se aproxime el momento de encarar una contienda y AMLO no figure? Esto implica hacer un estudio minucioso salvo— que hay muchas excepciones— que han alimentado potencialmente el proyecto de la Cuarta Transformación desde el legislativo que pueda darle ese equilibrio.
No podemos generalizar, pero sí considerar el papel clave de algunas figuras.
De toda esa cuestión, hay una lógica que, a partir de hace mucho tiempo, ha venido arreciando sobre todo en el tema de la sucesión presidencial que decidió adelantar el presidente López Obrador desde la tribuna de la mañanera.
Él propició la efervescencia que hoy se vive; también, eso arrojó mucha lectura de especialistas que dan por hecho el destino de la próxima candidatura de morena. Pero hay que detenerse porque, en el futuro político, no hay nada escrito. Eso se ha visto en las últimas décadas.
Es evidente que, en un proceso previo, no está saldado nada a favor de nadie, lo he dicho en varios análisis e interpretaciones que hasta entonces hemos detectado y dan señales de ir fortaleciendo el terreno de cara a la elección interna. Falta. Sí, pero la atmósfera aceleró la suspicacia.
En el mejor caso, Morena debe primero fortalecer sus órganos colegiados y mecanismos de elección. Si la expresión guinda asegura contiendas transparentes, no habrá necesidad para justificar el malestar o la exacerbación, incluso, de muchos militantes y simpatizantes que han mostrado su descontento por la forma en que se evalúa la designación.
Si el caso fuera transparente a la vista de todos, no habría margen de error. Eso ha forzado a que muchos actores emitan su posición que, de igual forma, siempre es muy válida entendiendo el futuro que se juega.
Se supone que hay democracia y derecho a disentir; hay que reconocer que el país ha cimentado las bases, pero, una auténtica democratización de todos los asuntos, radican también en los órganos políticos que den certeza porque, es ahí, donde nace la fuerza de una legalidad y legitimidad.
Ahora, imaginemos una fecha hipotética donde se tiene que tomar decisiones en base con los mecanismos estatutarios cuando, estos, ni siquiera están claros tanto en padrón electoral, como en transparencia.
Si a eso le sumamos que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) estará en vísperas de dejar la presidencia de la República y deje algún heredero (a) menospreciando el método de selección en Morena, la cosa se tornaría más penosa, no solamente por las formas, sino por los que tienen el mando del CEN de Morena.
AMLO ha dicho que no, y le creo. Es un hombre recto y de principios. A tres años de que finalice su administración abrió la sucesión presidencial y, la situación, comienza a generar dudas y suspicacias, lo mismo reacciones entendibles dada la magnitud.
Esas razones son las que verdaderamente deben ser el detonante para fortalecer la democracia. Entonces, no tendría ningún sentido haber empujado el tema de la Revocación de mandato y el Juicio Político que, hoy por hoy, poseen un rango de leyes constitucionales. Sería irónico y hasta cierto punto paradójico.
Queda claro que se hicieron en base al sentido estricto de la democracia donde el pueblo y la ciudadanía sean los que tomen las decisiones y el rumbo del país a futuro. Si no es así, Morena corre el riesgo de vivir el mismo anacronismo que hoy padece el PRD.
Ni siquiera el recuerdo de López Obrador lograría el impacto social cuando llegue el momento de encarar una contienda sin él.
Recordemos que la promesa fue dar un giro a las viejas prácticas reaccionarias de los partidos tradicionales. Siendo así, porque no anteponer esas acciones y sentar las bases de una verdadera democracia, pero en el seno interno de Morena como partido en el poder.
El propio AMLO ha dicho que esa es decisión del partido y que respeta su autonomía, sin embargo, muchos políticos que compitieron en puestos de elección popular se han dejado llevar por esa inercia y aceptan, incluso, determinaciones atípicas del partido que no pueden entenderse y que no tienen lógica.
Si Morena no pone énfasis en esa premisa, hay un riesgo mayúsculo de comenzar a resquebrajarse. Muchos dirán que no están comprometidos con el proyecto, sin embargo, sucumbir es todavía más vergonzoso que alzar la voz.
El reto es fortalecer máxime cuando se trata de una sucesión presidencial; en otras palabras, la continuación del buen papel del mandatario López Obrador. Es obvio de que, una vez que abandone el gobierno, el partido sufrirá su ausencia.
Sin él, la cosa ya no será tan sencilla. Andrés Manuel es prácticamente la columna vertebral del movimiento y, en una de esas, su propia inactividad ya como político, puede poner a Morena a merced de la decadencia sino se recompone a tiempo las formas o instrumentos de un universo que, inminentemente, debe tener pluralidad y apertura.
En la expresión hay referentes muy valiosos y de larga trayectoria en la lucha democrática que pueden cargar con ese legado.
Están a tiempo de reconsiderar fortalecer la unidad más que el propio ambiente de polarización de algunos actores que, de por sí, dicen tener la bendición del presidente. Si es así, ¿dónde está la autonomía?, ¿y la democracia?, ¿qué pasó con los valores?
Apertura e inclusión, sería la palabra clave dentro de Morena.