Por Javier Lozano
El martes fue un día enérgico en el Senado de la República. Pese a la ríspida situación que se generó en vísperas del debate que detonó por el intento de construir un punto de acuerdo que propuso la oposición y que, al final de cuentas fracasó, fue la tónica del intenso clima. De hecho, fue la propia presidenta de la mesa directiva, Olga Sánchez Cordero quien tuvo que declarar un receso antes de poner en marcha los trabajos del orden del día.
A pesar de ello, con gritos la oposición insistió. Sin embargo, para evitar que el tomo de la discusión fuera en ascenso, el propio coordinador de los Senadores de Morena, Ricardo Monreal, medió el asunto; fue necesario reconocer el apasionamiento que genera este tipo de coyunturas, máxime cuando se trata de cuestionamientos o señalamientos, no obstante, terminó por apaciguar la tensión empleando uno de los métodos más infalibles de sus cualidades: el diálogo.
Fue la propia interlocución entre los liderazgos la que propició la armonía. En este sentido se reunieron los representantes de los partidos políticos y, bajo la mediación de Ricardo Monreal, se propiciaron las condiciones apropiadas para continuar con el trabajo legislativo. Esto jugó un papel fundamental, incluso con los medios de comunicación se tendieron los canales de conversación respetuosos que permitieron, de igual forma, seguir adelante.
Es, entonces, una comunicación más que efectiva, infalible. El senador Ricardo Monreal demuestra una vez más que, con respeto y voluntad, existe viabilidad para encontrar condiciones apropiadas. Siendo un aspecto rutinario, hay que destacar la mediación del coordinador de los legisladores de Morena.
Él fue quien facilitó una vez más los trabajos legislativos, incluso en los momentos más álgidos. No fue sencillo. La oposición buscó minar el asunto de la narrativa del periodista, Carlos Loret de Mola sobre la casa gris. En esa búsqueda se propició una especie de polarización que quiso ser aprovechada por el contrapeso; por ello, la mediación fue un recurso oportuno para dar acceso a la discusión.
Así pues, el ambiente resultó controvertido, empero, salió a flote la experiencia de su máximo exponente del Senado de la República. Ricardo Monreal celebró, aunque también aprovechó la tribuna para defender el proyecto de transformación que representa desde la Cámara Alta. Con frases contundentes y una narrativa inspirada en la lucha democrática refrendó el apoyo al mandatario, Andrés Manuel López Obrador en el que hubo siempre buenos comentarios para tratar de poner fin a una guerra sucia irracional e intransigente de la derecha.
Y, desde la tribuna, lanzó una misiva congruente de identidad por el movimiento progresista. Se dijo honrado de pertenecer a esta causa y públicamente, defendió la gobernabilidad y la honestidad del presidente. Lo más importante es, sin lugar a dudas, el momento crucial en una etapa relativamente crítica para el mandatario federal acerca del desempeño de su familia.
Allí, sostuvo en tribuna lo que la inmensa mayoría hemos podido comprender como un legado de los gobiernos anteriores.
Fue quizá el momento más emotivo; el Senador Ricardo Monreal expresó su solidaridad con el presidente, pero también justificó algunas políticas porque, evidentemente, fue un país frágil el que entregó la oposición.
Por ello, frente a esa situación se dijo confiado porque, para poder lograr estos objetivos, el presidente ha trazado una serie de estrategias a fin de recomponer un país políticamente quebrado desde las estructuras de gobierno, hasta el tejido social que fue flagelado por los efectos de la corrupción: un lastre que al principio de la administración fue el legado de los anteriores gobiernos.
Así actuó Ricardo Monreal. Fue congruente, empático y, junto con ello, refrendó su respaldo irrestricto al presidente López Obrador, ese que está y continuará estando presente e inamovible como hace treinta años.