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18 diciembre, 2024
PRESENCIA DE MICHOACÁN

El hito inesperado de la sucesión presidencial; paradojas que trae consigo

 

º Al llegar ese momento, no hay ninguna duda que se reducirá el margen de quién es el favorito para encabezar la candidatura de Morena de cara al 2024

Por Javier Lozano

Desde distintos ángulos fue un error adelantar la sucesión presidencial del 2024. Un punto que quizá hubiera esperado un poco, máxime cuando desde adentro del partido en el poder se conjunta la combinación de radicalización y la clásica cargada que no resiste la prudencia al despertar tanto interés.

Aunado a lo anterior, se inició no sólo un proceso de radicalización, sino también de guerra sucia.

Sin embargo, antes de entrar en detalles debemos descifrar la sucesión presidencial que no cesa, ni mucho menos ha parado al poner en práctica quizá los usos y costumbres al darse el favoritismo, o tal vez puede que la actitud de tratar de aislar o acotar el poder político, es para intentar exhibir de cabeza a los contrincantes poderosamente más competitivos.

Se supone que habrá equidad: algo que es complejo de aterrizar. En primera, la coyuntura no tiene, ni tantito, una igualdad de condiciones. El presidente le susurra en el oído a Claudia Sheinbaum; la invita, la acompaña y es difícil que el mandatario federal no la nombre en sus conferencias matutinas.

Claudia Sheinbaum escuchó el canto de las sirenas de Palacio Nacional. Al menos, la tendencia mediática y los reflectores son excesivos.

En términos generales su trabajo ha sido bueno, sin embargo, no logra desmarcarse de la figura presidencial. Depende muchísimo de la tribuna que le brinde el presidente.

Así pues, ella se siente confiada, tranquila, cómoda. Sin embargo, paradójicamente esa determinación está detonando una guerra interna sin cuarteles.

La inesperada sucesión presidencial adelantada ha arrojado, hasta este instante, un saldo negativo. Se vislumbra un conflicto porque ni es el tiempo apropiado, ni mucho menos hay cancha pareja. Podemos puntualizar el escenario y, para Claudia, no ha sido de gran ayuda ser en teoría la favorita de López Obrador.

Detrás de ese proceso viene empujando muy fuerte Ricardo Monreal. Fue forzado a destapar su intención, a mi juicio, a sabiendas del potencial que acumuló en más de 25 años de carrera. Algo que, quizá, la jefa de Gobierno no pueda presumir, en otras palabras, indiscutiblemente el zacatecano es ampliamente superior tanto en experiencia como en eficacia.

Y si le seguimos en capacidad política, y en la forma de concebir acuerdos considero, a todas luces, que no existe punto de comparación: Ricardo Monreal es un animal político que ha formado su camino en la lucha democrática del país. A mi juicio, el favorito en Morena.

Por esa razón, considero que el más beneficiado de esta coyuntura es precisamente Ricardo Monreal. Paradójicamente se fortaleció; en tanto el tiempo avance, no hay duda que veremos la mejor versión del zacatecano.

Al llegar ese momento, no hay ninguna duda que se reducirá el margen de quién es el favorito para encabezar la candidatura de Morena de cara al 2024. Con ese ritmo, seguramente llegará otra figura clave que, ha trascendido, jugará sus cartas ya que está dispuesto a no ceder paso ni inclinación.

El canciller no ha negado su intención de competir; pero también, hay versiones que aseguran que llegada la etapa de definiciones no dará tregua, máxime cuando las reglas de participación han sido otra forma de socavar el gran momento y en un lapso favorable.

Casos hay muchos. Esto claramente significa que habrá insistencia, lucha, perseverancia. Y, en una de esas, posibles alianzas si así fuesen forzados ante las desventajas democráticas.

Entonces, no es solo la disyuntiva de un método de la encuesta lo que puede constituir un binomio entre Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard, sino la indiferencia en una competencia sesgada lo que explica, a grandes rasgos, las inquietudes, pero también el temor al convertirse en una elección de estado.

Si eso sucede, entonces sí, estamos en presencia del método tradicional (dedazo) que nada tiene que ver con la democracia en la asignación de candidato. El futuro está en manos del partido; las reglas de participación son, desde este momento, una palanca que activa el motor de la transparencia.

Si los estatutos no se reforman entonces sí, no habrá autenticidad ni legalidad, al menos, clara y nítida.

A pesar que la defiendan, es un método desgastado, punitivo y inequitativo que ha cortado, de raíz, los grandes momentos como el que vivió Marcelo Ebrard en 2012; asimismo, como no recordar las 21 encuestas que previamente ganó Ricardo Monreal en vísperas de la definición para abanderar la candidatura de jefe de Gobierno de la Ciudad de México; o tal vez una ignominia de un tamaño descomunal cuando el senador, Cristóbal Arias, dominó en 42 estudios previos en Michoacán, y perdió el decisivo en manos de Mario Delgado.

Mientras eso prevalezca, será difícil, empero, repito, es clave y fundamental la política estratégica de alianzas para salir adelante.

La alternativa sería, dadas las condiciones, una sociedad entre Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard. Otra, que el presidente de piso parejo en una competencia que vive, desde el 2021, un clímax álgido.

Esa misma manifestación la viven o, más bien, la interpretan personeros de los grupos radicales de Morena. Veo claramente a Citlalli Hernández, John Ackerman, Cuitláhuac García y otros que, por encima de los valores axiológicos de Morena, se valen para hacer el juego sucio o, políticamente, llevar agua a otro molino.

 

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