Por Javier Lozano
Seguramente el tema siguió y siguió después de haber elaborado los fragmentos de esta columna. De hecho, las propias circunstancias auguraban una atmósfera de esa naturaleza en un clima sofocado lleno de descalificaciones, pero también de una relativa tranquilidad hasta cierto punto de los legisladores de Morena que, en todo instante, defendieron la propuesta del presidente AMLO con lealtad y responsabilidad social de quienes confiamos en un proyecto de transformación.
Lo que pasó en San Lázaro es la manifestación de entrega y convicción en la defensa de la soberanía del país de parte de la fracción de Morena. A ellos, hay que darles el reconocimiento siendo tenaces e insistentes, aunque posiblemente destinados a no cultivar el sello de una Reforma Eléctrica que, incluso, el mismo presidente López Obrador había manifestado sería complicado.
De hecho, él mismo interpretó en voz de otra narrativa el resultado que era notorio luego de que la misma oposición amagó con votar en contra. Entonces, se trató de una lucha frente a la propia adversidad cuyo aliento manifestaba una resistencia del contrapeso que se aglutinó en un mar de contradicciones y deslealtades hacia el territorio nacional, y en la que hemos sido testigos a través de un aprendizaje lleno de traiciones a la patria.
Me estoy adelantando mucho, pero considero inminente que no hay, al menos en este proyecto, condiciones para sostener la propuesta presidencial ya que, la determinación final, estaba en manos de la oposición; incluso, se pensó que esos votos podían llegar del lado de la fracción del PRI, sin embargo, el discurso parece obvio a sabiendas de lo que se juegan en las próximas elecciones del 2022, 2023 y 2024.
Debido a ello, suele ser natural ese tipo de reacción, al menos, para mantener una alianza electoral que, muy probablemente, llegue menguada luego de que la inmensa mayoría de la sociedad se ha dado cuenta de los alcances de seguir sosteniendo los intereses de empresas transnacionales que continúan cometiendo abusos y atropellos.
En fin, se planteó un esquema que, sin lugar a dudas, era una auténtico esquema de propuesta para devolverle la rectoría al estado en materia eléctrica, sin embargo, hay acciones legislativas que pueden resolver, en éste mismo rubro, la defensa de la soberanía del país a través del proyecto de la Ley Minera y la propia eficiencia de salvaguardar los recursos naturales en el que México es poseedor de esa gran riqueza de suministro y manejo del litio.
Es, en otras palabras, la puesta en marcha del plan B de Lopez Obrador una vez que inicie la legislación secundaria en la propuesta de la Ley Minera que, incluso, ya avaló la Junta de Coordinación Política de la Cámara baja.
Aunque quizá lo más interesante radica en lo que expusimos en nuestra columna de ayer y los pronósticos que auguraban lo difícil que sería mantener intacta la propuesta presidencial, sobre todo que se pretendía realizar ajustes que constituyen negociaciones subrepticias o ilegales que nos mostró atinadamente la narrativa de diseccionando. De hecho, esa misma lingüística anticipó lo complejo luego de exponer un fundamento sólido; por esa razón, coincidimos en un esquema estratégico que el propio presidente López Obrador denominó blindaje: “pase lo que pase estamos blindados contra la traición”, dijo el mandatario ayer en un mensaje de redes sociales.
Finalmente, comparto y coincido nuevamente en la narrativa que citamos anteriormente. Quien más pierde es, sin duda, la propia oposición que los situará en un plano de adversidad y debilidad electoral, ya que el bloque opositor será ubicado como responsable de no aprobar esta reforma fundamental para el país. ¡Qué visión! Esa sapiencia es la lectura de los sabedores de la política que hoy legislan con percepción de transformación.