Escribe: Javier Lozano
La conducta de seis jóvenes en Veracruz jamás puso en peligro a los agentes de seguridad de aquel territorio que acusaron del delito de ultraje a los adolescentes que, de hecho, ni siquiera pusieron resistencia.
Además de las grandes violaciones a los derechos humanos en su detención, se actuó con dolo al poner tras las rejas a seis jóvenes que, evidentemente, siempre fueron inocentes.
Gran parte de la liberación se debe, indudablemente, a la voz de protesta del Senador Ricardo Monreal quien, en todo momento, abanderó la causa desde que demandó su libertad de un delito que, incluso, fue declarado por la Suprema Corte de Justicia como inconstitucional.
Prueba de ello, fue el recurso que interpuso ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que, incluso, fueron insistentes. No bajó la guardia para exigir justicia a la autoridad local de Veracruz.
A partir de esa protesta muchos estuvimos convencidos claramente que la razón tarde que temprano se inclinaría a favor de los seis jóvenes.
Además del efecto que provocó la legítima defensa de Ricardo Monreal, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos actuó como organismo autónomo y no abandonó, ante el agravio de jurisdicción en Veracruz, a los adolescentes.
Fue así que la propia fiscalía general del Estado de Veracruz no tuvo alternativa y reconoció, con fundamento sólido, que el delito de ultraje o, más bien dicho, la detención de seis jóvenes arrojó un sinnúmero de abusos y violaciones.
Y mejor aún: la CNDH solicitó la derogación al delito de ultraje para evitar más arbitrariedades y violaciones a los derechos humanos no sólo por vulnerar la libertad, sino porque constituye una ignominia para la población.
Esto se entiende perfectamente como un logro social de Ricardo Monreal. De hecho, le llega en un buen momento donde, con furia, ha padecido de la guerra sucia que se endureció hacia su figura al intentar exhibirlo bajo un linchamiento mediático irracional de una minoría.
Sin embargo, esto demuestra que, su perseverancia y tenacidad por las causas justas, son desde hace 25 años el motor de inspiración que alimenta el gran ímpetu no sólo para proteger y favorecer a los sectores más vulnerables, sino como principio intrínseco de su naturaleza.
Él es así. Su estilo está definido. Es cierto que es un avance, pero, aún así, el camino sigue siendo extenso.
Falta la libertad de José Manuel del Río Virgen, acusado injustamente por la autoridad local de Veracruz el cual también tuvo, como otros casos, la infortuna de recibir de manos de la jurisdicción de aquella entidad una decisión dura y sesgada políticamente.
Por esa razón es, por mucho, un gran avance que abre la puerta de acceso a la libertad de presos políticos no sólo porque la Comisión Nacional de los Derechos Humanos tomó el caso, sino que no existen elementos más que dejarse llevar por oídas y conjeturas de hechos inexistentes.
Mientras ese momento de equidad llegue, hay que reconocerle la valentía y empuje a Ricardo Monreal que, en todo momento, insistió y admitió que la justicia en Veracruz, es incapaz y arbitraria.
Tuvo razón siempre.