Por Javier Lozano
Quizá una analogía de aquella época en qué, el presidente López Obrador, vivió el clima de la guerra sucia me recordó el concepto o la narrativa en señal de una punitiva ofensiva que también padeció el coordinador de los Senadores de Morena, Ricardo Monreal.
No es casualidad la hostilidad sucia del diario Reforma con difamaciones a su hija Catalina Monreal que, incluso, aclaró con fundamentos sólidos en su derecho de réplica. También, curiosamente en esa coyuntura trataron de crear una mala percepción del zacatecano proveniente del mismo seno morenista; asimismo, llegó la lamentable noticia de la detención de un colaborador bajo la insensatez de la justicia en Veracruz que puso tras las rejas a José Manuel del Río Virgen, preso político de Cuautitlán García.
Y por si eso no fuera poco, intentaron dividir una fracción de Morena bajo el pretexto de revisar una comisión especial cuya viabilidad es técnicamente legítima. Al mismo tiempo, trascendió una propuesta paralela para probar suerte y proponer un nuevo coordinador de la columna de Morena.
Por ello, Ricardo Monreal se vio tranquilo pero forzado a sacar la casta para dejar claro que, su papel como líder, es políticamente insustituible no sólo por el valor crucial y sustancial de un número importante de Reformas Constitucionales aprobadas, sino por la capacidad para asumir los canales de comunicación con la oposición en una función que maneja con gran sentido de responsabilidad y, mejor aún, de forma efectiva.
En todo caso, su papel es indispensable para la operación estratégica en el Senado de la República. Vienen proyectos en puerta y, su intervención como líder, será trascendental en el interés que ha depositado el presidente López Obrador en materia legislativa luego de ser puestos dos programas en la etapa de transformación de la política pública del país.
Por esa razón, observamos una versión madura que salió fortalecida luego de dos días de plenaria en la antigua sede del Senado de la República donde se llevaron a cabo los trabajos de organización en vísperas del nuevo ejercicio legislativo.
La postura fue, sin lugar a dudas, la de un político experimentado que mantuvo buen nivel de intervención en la plenaria; además de provocar unidad al afrontar con responsabilidad la tarea, privilegió el diálogo y la discusión como mecanismo frente a la serie de versiones que creó un grupo minoritario de senadores cuando hicieron vaticinio de un vendaval que llegaría a ocurrir.
Ni una cosa ni la otra: Ricardo Monreal salió bien librado y, a mi juicio, ganó mayor confianza y solidez no sólo porque se impuso como líder indiscutible, sino que dejó claro la preparación que posee y que, en aumento, posibilita potencialmente su aspiración legítima de cara a la elección presidencial del 2024.
Y cómo no decirlo: no le quitaron ni una pluma al gallo. Salió avante y fortalecido de una plenaria. En su calidad de líder, ratificó el dominio de mecanismos y estrategias en los momentos en qué más se requiere.
Y eso se nota. Se siente seguro, motivado y confiado. A pesar de los intentos salió ileso; demostró ofició y la virtud que le caracteriza que es, precisamente, imponente y un punto de equilibrio a su favor en cada uno de sus quehaceres en la vida pública y política.
Así pues, demuestra una vez más la fortaleza de su capacidad, máxime cuando intentan producir efecto negativo con una guerra sucia atribuida a la gran posibilidad de encabezar la candidatura de Morena de cara al 2024 como presidenciable.
Mientras llegue ese momento, seguirán tratando de golpear políticamente a Ricardo Monreal, sin embargo, siempre sale avante no sólo porque ha remando a contracorriente, sino por su eficiencia, madurez y experiencia.