Por Javier Lozano.
El PT, más que una fuerza política que constituye el sistema de partidos en México, es una expresión que, en décadas, se ha movido siempre a la izquierda, eso sí, representando a amplios sectores de la sociedad, específicamente a quienes más necesitan el apoyo. En pocas palabras, la misma historia ha validado su aportación del Partido del Trabajo en la lucha democrática de México. Eso lo podemos corroborar, pues el PT, como expresión, ha sido el único partido que ha jugado en cuatro ocasiones la Presidencia de la República con el lopezobradorismo. Siendo así, queda más que claro la visión. Lo más importante de todo ello, ahora que comparten un proyecto de nación, fue también las intensas batallas que protagonizaron antes de la transición histórica del 2018. Dadas esas condiciones, claro está, el PT, para ser precisos, se sitúa como una pieza crucial del engranaje para que el electorado haya inclinado la balanza a la causa de la 4T.
Recuerdo uno de los mensajes más emotivos de Andrés Manuel López Obrador en su cierre de campaña en el emblemático Estadio Azteca. En voz alta, y sosegado ante la multitud, gritó a los cuatro vientos: “Juntos Haremos Historia”. Esas fases, que cerraron la era de AMLO como candidato a la República, son parte de la esencia de lo que hoy podemos aludir como proyecto de nación. Es verdad, Morena fue la base que aglutinó al grueso de los votos, pero, de igual manera, el PT también contribuyó significativamente en ese margen holgado que promedió tanto López Obrador, como la misma Claudia Sheinbaum. Por eso y muchas razones que los unen, ha prevalecido esta alianza que, a la par de construir un bloque sólido electoral, ha sido partícipe de la agenda legislativa que ha hecho posible modificar el marco constitucional.
Es parte de un quehacer conjunto y colaborativo no solamente en la defensa del proyecto, sino en la proyección de temas que han ayudado a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. A nuestro juicio, siendo así, podemos calificar esta alianza como una sociedad inexorable. Es decir, una coalición que ha ido manteniéndose unida, para efectos duraderos, debe alimentarse de democracia participativa, pero también de flexibilidad en la toma de decisiones; es decir, incluir al PT en todos los aspectos que sean considerados proyectos de transformación que, hay que decirlo así, se ha conseguido con la mayoría calificada y, por ende, con la proporción numérica que aporta el Partido del Trabajo.
Esos logros o conquistas, que se han ido consagrando, propiamente dicho, son méritos tanto de Morena como del Partido del Trabajo. En Michoacán, por ejemplo, el liderazgo de Reginaldo Sandoval, con esos años de trayectoria y experiencia, ha ido moldeando una expresión fuerte, vigorosa. Basta ver la última encuesta que publicó Demoscopia Digital. En esa cadena de logros, entonces, el PT tiene bien merecido ese despegue que han divulgado las metodologías. Para ser precisos, el Partido del Trabajo es, ni más ni menos, la tercera fuerza política de la entidad purépecha. Eso, por ahora, le permite pisarle los talones al PAN, que cada día va en detrimento con esa fallida estrategia que ha propagado con la guerra sucia.
Sabemos que también en la coalición Seguimos Haciendo Historia no podemos evadir las turbulencias que han salido a flote, especialmente en la agenda legislativa y, con ello, en una que otra entidad federativa. De entrada, la coalición, quedó comprobado, funciona a la perfección cuando se unen los polos de las estructuras. Si hacemos una reflexión, no funcionó ir solos en Coahuila. Esa notable división, a su vez, le allanó el camino al PRI para ganar la gubernatura de ese territorio. Eso afectó, en un principio, la permanencia de ir juntos por la silla presidencial. No obstante, sabedor de que los acuerdos se construyen al más alto nivel, el mismo AMLO, que resolvió parte de la estrategia presidencial, selló nuevamente la alianza al tomar el control total.
Todavía hay demasiado tiempo para que las piezas del ajedrez se muevan. La gubernatura de Michoacán, como el resto que tendrán competencia, se resolverán en la Ciudad de México, especialmente en Palacio Nacional. Recordemos que la propia Luisa María Alcalde, desde el Consejo Nacional, lanzó el mensaje de que no existen tribus ni grupos al interior del partido; es solamente una estructura y, como tal, tiene que sujetarse a las reglas de participación. Esto quiere decir, para empezar, que los comités estatales no tendrían injerencia para no generar un conflicto de intereses. De igual forma, los acuerdos con las fuerzas aliadas, en efecto, se sellará en esos mismos círculos donde se toman las decisiones al más alto nivel. Al ser el PT una fuerza plenamente consagrada, por supuesto, la misma Claudia Sheinbaum los tomará en cuenta para ir en coalición. Eso lo sabe Reginaldo Sandoval, viejo lobo de mar que teje siempre fino. Basta voltear a ver todo lo que ha logrado en Michoacán el coordinador de los diputados del PT en San Lázaro. Él es, en pocas palabras, el hombre de mayor confianza de Alberto Anaya, y una de las piezas cruciales para que la negociación de esta coalición fluya en aras de que la democracia participativa sea equitativa pese al menosprecio que hay de uno que otro actor de Morena, que no sabe lo valioso que constituye esta unión.
No solamente es la suma de un partido ni mucho menos las siglas. El PT es, en este momento, una de las fuerzas más sólidas a nivel nacional. La proporción legislativa, y los espacios sustanciales que han ganado en las entidades, los pone muy por encima de partidos como MC y PRI. Cada vez que hay una evaluación, el PT, se nota, sale más fortalecido en el terreno que sigue ganando. En Michoacán, queda claro, el Partido del Trabajo se ha convertido, ni más ni menos, en la tercera fuerza política del Estado. Se nota la mano de su liderazgo más visible, Reginaldo Sandoval.