Por Javier Lozano
El guion sigue siendo el mismo a partir de que López Obrador fue un luchador social ya con señales de capacidad de convocatoria. Ese cuestionamiento es, desde esa etapa- hasta hoy, hostil y visceral en la crítica, pero también en la fabricación y la difamación que ha llegado a límites extremos con tal de poner contra las cuerdas al jefe del ejecutivo federal en manos de la derecha.
Sin embargo, tengo la impresión que, quizá, la hostilidad nubla, aunque no perturba porque el presidente sigue manteniendo un índice de respaldo y popularidad inmenso. De hecho, si hoy hubiera nuevamente elecciones no cabe la menor duda de que, Morena, doblegaría a todos los partidos políticos, incluso en una hipotética oposición aglutinada, al menos en el papel y con los protagonistas del contrapeso los que han sido medidos bajo el termómetro de las casas encuestadoras que ha recolectado la información en todo el país.
Así pues, lo que representa el presidente López Obrador en términos políticos es, hoy en día, inmensamente sólido a la mitad de su sexenio. No obstante, el retrato del óptimo desarrollo del programa de la Cuarta Transformación sigue siendo sumamente competitivo a raíz del gran respaldo del poder legislativo. Allí, ha resaltado el papel del propio Ricardo Monreal que siempre ha respondido positivamente en todas las iniciativas que ha mandado el inquilino de Palacio Nacional.
Todo ello se ha convertido en un impulso para el presidente. Si bien la imagen del mandatario juega- sin duda- un papel preponderante en la toma de decisiones e influye positivamente, ha sido indispensable contar con una eficiente plantilla de colaboradores desde todas las trincheras para poder resaltar o, mejor dicho, mantener ese equilibrio de popularidad. Gracias a esa gran columna vertebral, se ha podido también amortiguar y defender las posturas de López Obrador.
De hecho, me atrevería a decir que es, hoy por hoy, un tema crucial. Sin esa gran estructura, quizá el presidente estuviera padeciendo penurias. Me refiero a la consolidación de una manifestación tanto de respaldo popular, pero, de igual forma, el oxígeno que alimenta el pulmón de la gobernabilidad bajo el equilibrio que ha brindado el legislativo federal, sobre todo desde el Senado de la República que comanda Ricardo Monreal.
Finalmente, todo ésto ha repercutido o quizá es sintomático del gran respaldo popular que goza el mandatario. Ésa es la imagen convertida en resultados sólidos, sobre todo de un esquema de desarrollo sostenido en la expansión de una auténtica política social con programas sociales altamente significativos que abrió las puertas a más rincones del país.
De hecho, el propio Senador Ricardo Monreal concretó la aprobación o el decreto para que, los programas de desarrollo social, alcanzaran un rango constitucional. Ha eso se le llama compromiso y responsabilidad social.
Justamente esa característica o atributo es una bandera de lucha de Ricardo Monreal.