Por Javier Lozano
Hay quienes ya comienzan a generar una percepción hipotética de la sucesión presidencial mediante estrategias propagandísticas o simplemente difundiendo lo que comúnmente se le llama guerra sucia u hostilidad política a través de expresiones o mecanismos de maquinación ya sea para limitar la capacidad de reacción, o para dañar la imagen.
Ese fue, al menos en el presente, el riesgo de adelantar una sucesión presidencial donde la disputa y el jaloneo dan señales de manifestaciones claras de posicionamiento. Al menos, de aquellos actores o grupos políticos que por intereses personales o por dejarse llevar por el efecto imaginario de que existe una determinación tomada de Palacio Nacional, apuntalan una guerra sucia innecesaria no sólo por el tamaño del tiempo, sino por la división que pueden llegar a ocasionar mientras otros lograrían aprovechar la coyuntura; me refiero a la oposición que, seguramente, está considerando una fractura de esa naturaleza para entrar al juego de la participación por la silla presidencial.
Lo más grave de todo, es que los mismos actores dentro del partido o del gobierno hacen lo propio. De ahí hemos señalado a René Bejarano, Pedro Salmerón y Cuitláhuac García que, tan parece, actúan como personeros para calificar o evaluar situaciones que sostienen hechos infundados. Hay razones para pensar que, bajo esta dinámica de causas, procuran tener una injerencia porque obedecen a intereses de perfiles que buscan la posibilidad de participación.
Así, aprovechan cualquier circunstancia. Está clarísimo hacia donde buscan beneficiar o favorecer una candidatura que, el propio presidente de la República, no tiene definida. Si bien han tratado de persuadirlo a que tome esa decisión e incline la balanza, las condiciones siguen siendo parejas para todos los presidenciables, eso sí, mientras existan reglas de participación claras en el juego tomando en cuenta que, el mismo enemigo de Morena que puede dar margen a la conspiración, es el método de la encuesta.
Ese mecanismo solo acarrea zozobra e incertidumbre entre los competidores. No es raro mencionar casos donde, sin duda, hubo injerencia en los resultados. Me queda el mal sabor de boca que vivió Cristóbal Arias Solís en Michoacán o la designación pasada para abanderar Regeneración Nacional en la Ciudad de México. Prueba de ello, son los ejercicios metodológicos que, con antelación, apuntalaban a un resultado irreversible de triunfo pero que fueron innecesarios para un instrumento unilateral que salió de los órganos de dirección del partido.
A partir de ahí, no hay confianza en los métodos de participación, La encuesta es gris y reaccionaria. Se presta a la maquinación y la determinación unilateral de quienes toman la determinación en el partido. Se trata, entonces, de una metodología desgastada y rebasada por aquellos que han impuesto candidatos. Por esa razón, el partido está destinado, sino reforma los estatutos internos, a padecer el mismo ciclo decadente del PRD, sobre todo porque el presidente López Obrador se retira de la política y de los reflectores.
Siendo así, la elección primaria es una alternativa viable, plural y democrática que evitaría, sin lugar a dudas, tanto jaloneo y suspicacia que genera la inquietud de conocer un resultado que jamás sabemos de donde proviene porque nunca se publican metodologías ni procesos demoscópicos que den fe.
Ahora, por un lado, preocupa eso en el partido y, por otro, el jaloneo que ha producido el efecto de haber adelantado la sucesión presidencial. El presidente tuvo sus razones, pero no fue una buena decisión. No hay justificación, máxime porque su administración va a la mitad del camino y hay quienes, desde ahora, están tomando una posición estratégica de golpeteo derivada de esa determinación, y que solo promueve división desafortunadamente. Asimismo, se presta en la práctica para orquestar eventos para vitorear y seguir la inercia de la cargada y la estrategia de posicionamiento cuando aprovechan los reflectores de Palacio Nacional.
A eso también lo podemos denominar en una condición desigual de participación o, incluso, parte de los efectos de una decisión presidencial adelantada innecesaria.
Sigo insistiendo que no hay nada para nadie. Habrá competencia y nivel en vísperas del momento decisivo.