Por Javier Lozano
La ruta del presidente López Obrador a lo largo de casi cuatro décadas ha sido compleja para dar cabida a garantizar una lucha democrática que nació de las causas sociales, y como respuesta o reacción de los gobiernos neoliberales del país cuando un movimiento y expresión social se promovió a través de mecanismos políticos de participación para ser, desde el gobierno, una alternativa de las demandas colectivas.
De hecho, esa manifestación social tuvo su auge hace unos años cuando el proyecto que encabeza el presidente López Obrador triunfó en las urnas gracias al inmenso respaldo popular.
Esa significativa victoria sirvió para cimentar los pilares de un gobierno legítimo situado en un punto clave en un diseño institucional que canalizó, desde el poder público, instrumentos tanto de participación ciudadana, como recursos convertidos en la base de desarrollo considerando el reto mayúsculo de resarcir los grandes problemas que, en las últimas décadas, fueron sinónimo de decadencia y corrupción.
Quizá esa lucha contra la corrupción y los grandes lastres que el país cargó durante años han sido, por mucho, el detonante o la bandera de la llamada Cuarta que, con mayor eficiencia o coherencia, es un ejemplo de legalidad y democracia.
Así pues, el presidente siempre está dispuesto a seguir luchando a favor del desarrollo del país. Ese cambio gubernamental o institucional es, tan solo, la punta de lanza que a lo largo de más de tres años ha estado a la altura de las circunstancias y expectativas, sobre todo de un esquema innovador y vanguardista que sirve de ejemplo para muchos gobiernos de otros países que dieron su reconocimiento a la labor que realiza Andrés Manuel López Obrador.
México se encuentra en ese punto coyuntural en donde la democracia es una expresión de desarrollo social. Tenemos un presidente con un alto porcentaje de legitimidad y respaldo popular; más del 65% califica su gestión como efectiva y provechosa en resultados.
Y es que desde el proceso de transición, el presidente arribó a la Palacio Nacional cobijado por una ola social jamás antes vista, máxime por el número de votación que obtuvo en las casillas a lo largo del país. Ese margen lo ha podido administrar y mantener en un punto medio después de más de tres años de gestión.
Eso no es obra de la casualidad, sino del trabajo frente a la tarea que realiza el presidente. Por esa razón, el próximo 10 de abril se prevé una gran manifestación social que votará a favor para que el mandatario continúe en sus funciones en el ejercicio de la Revocación del Mandato.
De hecho, se prevé que casi un 65% de respaldo le refrende su confianza en el arranque de una obra magistral como el Aeropuerto Felipe Angeles y una serie de progresos luego de un buen desempeño del legislativo federal que, sigo insistiendo, es la columna vertebral de la Cuarta Transformacional.
Notas finales
Tratan a toda costa en ésta guerra sucia que produjo el efecto negativo de la sucesión presidencial adelantada de persuadir al presidente con una mala percepción con dedicatoria especial hacia algunos presidenciables. Con ello, crean conflictos, y le metes ruido a los asuntos para generar desacuerdos o simplemente producir desencanto en la población. Sin embargo, paradójicamente esa hostilidad ha beneficiado a quienes son blanco de los ataques, por razones evidentes de que la ciudadanía se enfadó después de haber sido testigos de tantas fabricaciones que han sido desmentidas. Ese antecedente lo consideramos ya que pretenden seguir promoviendo un hipotético distanciamiento entre López Obrador y el coordinador de los Senadores de Morena, Ricardo Monreal que no existe. De hecho, esa situación fue desmentida por el propio mandatario federal; hay respeto y coordinación en un proyecto político y democrático que comparten ambos como precursores del movimiento.